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¿Por qué nos cuesta tanto decir "no"?

Como seres sociales, damos mucha importancia a las relaciones sociales y estas nos afectan, en ocasiones mucho más de lo que nos gustaría. Dentro de las interacciones de nuestro día a día, nos enfrentamos a peticiones, situaciones donde debemos defender nuestros derechos, expresar negación hacia algo etc. En ocasiones, enfrentarnos a este tipo de situaciones genera inseguridad e incluso vergüenza o culpa. Generalmente nos cuesta decir “no” y cuando no nos queda más remedio que hacerlo, maquillamos esa negación o dejamos el tema estar, evitando lo que pensamos que será un conflicto o esperando que la otra persona se dé cuenta. No solo nos cuesta expresarla, tampoco nos gusta oírla.


Debido a no saber decir “no”, podemos aguantar en relaciones tóxicas meses o años, trabajar en empresas donde no nos sentimos valorados, mentir a personas que queremos o, incluso, negar ante nosotros la propia evidencia. De hecho, somos capaces incluso de ponernos en situaciones comprometidas en las que nos sentimos incómodos por no saber decir un “no” seguro y convincente.


Photo by Jon Tyson on Unsplash


¿Por qué nos ocurre esto?


No hay una respuesta simple, podemos desglosarla en múltiples factores que afectarán más o menos dependiendo de la persona, contexto o la relación con el interlocutor. Por ejemplo, no es lo mismo decir “no” a un promotor de ONG que vemos por la calle que a un compañero de trabajo, chico o chica que nos gusta o compañero de trabajo.


Si bien es cierto, esto tiene una especial relación con las características personales, ya que una persona con una baja autoestima, que generalmente busca agradar a los demás y con un locus de control externo, le costará mucho más negarse en ciertas situaciones o contextos y tendrá una mayor necesidad de aceptación por parte de los demás. Aunque no todo depende de personalidad, sino que también debemos tener en cuenta el contexto (personal, familiar, social, laboral, grupal etc.), así como el emisor del mensaje y nuestros intereses y necesidades.


Generalmente, necesitamos sentirnos valorados y queridos, e intentamos, gustar, agradar y caer bien. Responder de forma afirmativa con frecuencia, da una sensación de disponibilidad que puede dar la llave a otras personas para aprovecharse de nuestra vulnerabilidad y con ello posteriores sentimientos de culpa, pensamientos despectivos hacia nosotros mismos y la sensación de ser manipulables (“mira que soy tonto o tonta”, “a ver quién me manda a mí a meterme en estas cosas”). Debemos ser conscientes de quién nos valora realmente y no dejarse llevar solo por esa necesidad de agradar.


Relacionado con la necesidad de ser valorados, los pensamientos sobre "el qué dirán los demás" también nos afectan a la hora de decir “no” de una forma convincente y firme. Los pensamientos influyen de forma muy directa a cómo nos comportamos frente a los demás. Tomar la opinión de los demás por encima de la nuestra probablemente nos hará quedar bien pero con unos costes asociados (por ejemplo de tiempo, inversión económica, emocional etc.) que no nos benefician. Una vez que decimos que sí a algo que realmente queremos negar, nos costará más negarnos en un futuro. Negarnos a una petición no es un motivo de rechazo ni crítica, ni mucho menos debes sentirte mal si no puedes llevarla a cabo.


Por otra parte, podemos pensar que una negación afectará a la relación que tenemos con el emisor o la emisora, generándonos sentimientos de inseguridad, pensamientos relacionados con ciertas expectativas o que tengan un coste emocional para nosotros. Evidentemente, en un contexto más personal y con un emisor conocido, el coste emocional de un “no” es mucho mayor. Pero no nos confundamos, que tengamos una relación laboral, de amistad o amorosa con una persona, no quiere decir que tengamos que estar dispuestos a todo siempre. Por ejemplo, imaginemos que comenzamos a conocer a una persona que nos atrae. Sin embargo, esta persona cancela la cita y sugiere que sea en un día que no te viene bien ¿cuánto te costará decir que no? Pensamientos como “ si no voy se enfadará” o “llevo una semana sin verle y seguro que no me vuelve a decir de quedar”, influyen de una forma casi directa en esa respuesta. Evidentemente, puede que afecte a la relación pero ¿te parece que esa relación esté lo suficientemente consolidada o que tenga que verse afectada por ese motivo?


Otra de las causas, es que nos sentimos responsables de absolutamente todo, incluso de tareas que no necesitan de nuestra implicación o no son asuntos nuestros, pero ahí creemos que tenemos que estar. Esto también nos hace vulnerables, ya que otras personas pueden abusar de nuestro sentido de la responsabilidad y mala gestión de nuestro comportamiento asertivo. En este caso, tenemos que tener cuidado por ejemplo, con la sobrecarga laboral, el “intrusismo emocional” que tendemos a pasar a determinadas personas (hacerlo por una persona porque él o ella no puede o por ayudarle) y de que nuestra gestión del tiempo no se vea afectada, de tal forma que nos genere estrés o nos impida realizar actividades prioritarias.


Como podemos ver, las variables personales influyen de manera directa en nuestra comunicación, sin embargo no lo son todo. Las personas, vamos desarrollando un repertorio de conductas o expresiones, que utilizamos para salir de situaciones incómodas en las cuales tenemos que negar algo. Poner excusas, mentir (arriesgándonos a ser descubiertos), cambiar de tema o pasarle el problema a otra persona. Evidentemente estos ejemplos no son los más adecuados, aunque sí frecuentes.


Las habilidades sociales, son una herramienta fundamental en los contextos interpersonales, que pueden (y deben) ser puestas en práctica en estas situaciones. Dentro de las habilidades sociales, podemos distinguir entre diferentes tipos las conductas asertivas. Las conductas asertivas, son aquellas a través de la cual podemos expresar de forma directa y adecuada, nuestros pensamientos y sentimientos en diferentes situaciones interpersonales y sociales. Ser asertivo o asertiva es una habilidad que nos permite establecer límites a las otras personas y así decirles hasta dónde les permitimos hacer y decir sobre mi persona, de manera respetuosa. La asertividad no es una característica innata, sino que la podemos ir mejorando y perfeccionando a través de las interacciones sociales.


¿Qué podemos hacer para que nos resulte más fácil decir "no"?

  • Analiza la situación ¿por qué te sientes culpable de decir “no”?, es importante analizar nuestros pensamientos y conocer lo que nos hace frágiles. Ser consciente de nuestras debilidades nos ayuda a saber qué debo mejorar.

  • ¿Qué intenciones tiene la otra persona?, analiza el comportamiento y las expectativas de la otra persona y las tuyas. En muchas ocasiones somos conscientes de que quieren aprovecharse de nosotros pero inevitablemente acabamos cayendo en la trampa. ¿En qué te va a beneficiar cambiar el no por un sí? Utiliza tu intuición y no tengas miedo de comunicarte.

  • Aprende de otras situaciones pasadas. Sí amigos y amigas, de los errores también hay que aprender. En ocasiones, este tipo de situaciones se repite en un mismo contexto o en diferentes, con una misma persona o con distintas, lo que puede generar un sentimiento de frustración e inseguridad. Para evitarlo, analiza situaciones similares, en las que te ha costado decir que no, reinterpreta esa situación y piensa de qué forma la respuesta sería negativa. Esta exposición en imaginación nos servirá como ensayo antes de ponerlo a prueba.

  • Si decir que no te resulta incómodo, acompáñalo de alternativas, expón y defiende tus argumentos. “No puedo ayudarte, porque no me da tiempo”, “no puedo ayudarte en este momento, pero quizá pueda en otro”, “no sé, cómo puedo ayudarte”.

  • Prioriza en tus necesidades, opiniones y deseos. Decir "no" es un acto de responsabilidad y madurez hacia uno mismo, no de egoísmo. Gestiona tu tiempo, tus habilidades y tus relaciones de forma que te sientas cómodo.

  • Verifica que tus negativas no rompen vínculos, sino que incluso pueden afianzar relaciones debido a la sinceridad. Si estos vínculos se rompen, puede ser que no estuvieran suficientemente afianzados o que estemos ante una persona tóxica, pero nunca porque nuestro "no" sea el culpable.

Referencias Bibliográficas

  • Riso, W. (2009). El derecho a decir no. Ediciones Planeta.

  • Olivares, J., Macià, D., Rosa, A. I. y Olivares, P. J. (2013). Intervención psicológica. Estrategias, técnicas y tratamientos. Pirámide. Capitulo 9.

  • Olivares, J. y Méndez, F.X (2014). Técnicas de modificación de conducta. Biblioteca Nueva (5º Edición). Capitulo 9.

Páginas web que han servido de referencia:


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