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¡Qué estrés!

Seguro que más de una vez te has sentido tan agobiado o agobiada que has dicho o has pensado esta frase. Actualmente, tenemos un ritmo de vida frenético que en muchas ocasiones demanda unos recursos personales máximos. A eso, le tenemos que sumar la situación que estamos viviendo con la COVID-19, lo que nos hace vulnerables a emociones como la frustración o la ira y nos lleva a tener síntomas como agotamiento físico y mental.


El estrés a corto plazo, puede ser un aliado, como cuando nos enfrentamos a un peligro o tenemos que entregar algo en un plazo cercano. Pero a largo plazo, puede ser perjudicial para nuestra salud.


Si te interesa saber más sobre el estrés, cómo prevenirlo y hacerle frente, te invito a leer este interesante artículo.



¿Qué es el estrés?


El estrés, es una respuesta adaptativa del organismo ante las demandas a las que se ve expuesto. Sin embargo, se convierte en un factor negativo cuando se activa con mucha frecuencia, durante mucho tiempo o de forma muy intensa. Una situación se convierte en estresante si es impredecible, incontrolable, tenemos una forma desadaptativa de afrontar la situación, no contamos con el suficiente apoyo social o se trata de un evento social con clara carga emocional.


Lazaus nos define el estrés como un conjunto de reacciones particulares a una situación, siendo ésta valorada por la persona como algo que agrava o excede sus propios recursos y que pone en peligro su bienestar personal. Por tanto, es la evaluación que hacemos de la situación, lo que hace que nos provoque estrés. Lazaus divide esta evaluación en tres:

  • Evaluación Primaria: evaluación de la demanda, la cual se puede categorizar como amenaza, daño o pérdida, desafío o beneficio.

  • Evaluación Secundaria: Valoración de los recursos propios para afrontar la situación, esto nos produce diferentes reacciones tales como estar asustados, desafiados u optimistas. En esta evaluación influye nuestra resistencia al estrés, autoestima, optimismo, sentido del humor y nuestra motivación.

  • Reevaluación, permite que se produzcan correcciones sobre evaluaciones previas.


¿Cómo influimos en el estrés?


Tal y como exponía Lazaus, la evaluación secundaria o cómo valoramos nuestros recursos para enfrentarnos a acontecimientos que van surgiendo, es primordial.


En nuestra vida diaria nos enfrentamos a múltiples retos, a veces factibles y otras veces difíciles de cumplir. Tenemos diferentes roles, que en muchas ocasiones nos generan interferencias, somos trabajadores o trabajadoras, estudiantes, madres y padres, amigos o amigas, hermanos o hermanas. ¿No os ha pasado que tenéis un conflicto en el trabajo y estando en casa no podeís dejar de pensar en él?. Hay personas que han aprendido a desconectar al salir del trabajo y centrarse en lo que les toca o les apetece hacer en ese momento concreto. A otras personas, les cuesta dejar de rumiar fuera de ese contexto.


No solo el día a día nos puede generar estrés, también la pérdida de empleo o un puesto de trabajo nuevo, problemas económicos, la llegada de un hijo a casa, el cuidado de éstos, el divorcio y el matrimonio. Estos ejemplos, generan un cambio en nuestro estilo de vida, que hay que asumir.


Los pensamientos acerca de estas situaciones, pensamientos rumiativos, optimistas o neutrales, generan en nosotros emociones y contribuyen a que tengamos la sensación subjetiva de “yo puedo con todo” o “el mundo hoy me come a mi”. Por eso, nuestro diálogo interno es tan importante, porque a pesar de tener un mal día, podemos hacer que esa mala sensación perdure más.


Por otra parte, nuestras características personales influyen en estos pensamientos. Es decir, no toleramos igual el estrés si somos personas que reprimimos este estrés o si expresamos nuestras preocupaciones o nuestro mal día a nuestras personas de confianza cercanas. Podemos tener una tendencia a ver como amenazantes situaciones nuevas o imprevistos, incrementando así la sensación subjetiva de malestar, o por el contrario, podemos ser personas con una buena adaptación a los cambios.


El afrontamiento del estrés, se puede llevar a cabo de dos formas diferentes: orientándonos hacia el problema (buscando apoyo social, actuando de forma directa o planificando su solución) o hacia la regulación de nuestras emociones (distanciándonos mentalmente, guardando los problemas internamente, aceptando el problema mediante críticas hacia nosotros, reevaluándolo de forma positiva). No hay una forma de afrontamiento mejor que otra, simplemente depende de la situación concreta. En el caso de que no podamos hacer nada para solucionar el problema, es mucho más útil un afrontamiento dirigido a regular la emoción. Por el contrario, si existe la posibilidad de poner solución a lo que nos genera estrés, es mucho más adaptativo dirigir nuestros esfuerzos a solucionar ese problema en concreto.


¿Cómo podemos gestionar nuestro estrés?


Para optimizar nuestra gestión del estrés, podemos incorporar una serie de hábitos en nuestras rutinas diarias. En este caso, nos referimos a un nivel de estrés “tolerable”, no se trata de un caso de ansiedad grave siendo la recomendación principal acudir a un profesional de la salud mental.


1. Reconoce el estrés y qué situación lo genera. En algunos casos, el estrés aumentará debido a la carga laboral o personal (llegar del trabajo, tener que ayudar a hacer los deberes a los hijos, rutinas de higiene, preparar cenas etc), época de exámenes, preparación de una boda o algún evento importante, un reciente divorcio etc.

Junto con esta situación surgirán algunos de los síntomas como tensión muscular, irritabilidad, insomnio etc. Reconocernos, nos ayudará a ser conscientes de ello y podemos poner en práctica diferentes actividades.

2. Gestiona las diferentes actividades o tareas pendientes. Es necesario priorizar en las más importantes, saber decir “no” a otras que son prescindibles.


3. Valora tu nivel de autoexigencia. En ocasiones, nuestra autoexigencia y la necesidad de querer llegar a todo, nos genera estrés y frustración innecesarios.

Establecer metas y objetivos en un plazo realista, llevar una agenda donde apuntemos todas las tareas junto a su horario puede ayudarnos a organizarnos mejor, a visualizar nuestro tiempo y a gestionarlo mucho mejor.


4. Practica ejercicio físico a menudo. El ejercicio físico tiene múltiples beneficios para la salud física y psicológica, reduce los niveles de ansiedad y depresión, mejora la autoestima además de relajar y permitir un mejor descanso.


5. Practica relajación o meditación. La relajación es muy beneficiosa para disminuir la activación fisiológica que provocan las situaciones de estrés. Practicarla a menudo e introducirla en nuestros hábitos, nos ayudará a controlar el nivel de estrés.


6. Busca apoyo social siempre que lo necesites. Numerosas investigaciones probaron que el apoyo social percibido, actúa disminuyendo los niveles de ansiedad y estrés.


7. Cuida tu lenguaje interno. La forma en la que nos referimos a nosotros mismos, puede determinar nuestras emociones y estado de ánimo. No es lo mismo referirte a ti mismo como “siempre lo hago todo mal” o “siempre lo hago todo tarde” a “ un fallo lo puede tener cualquiera, voy a arreglarlo cuanto antes y una cosa menos”.


8. Encuentra un momento para ti, y haz algo que te guste. Tras un duro día o una dura semana, encuentra un momento para hacer una actividad que te apetezca, queda con tus amigos o tu pareja, come algo que te encante, ¡date un premio y siéntete realizado o realizada por ello!.


9. Cuida tus hábitos diarios. El conjunto de los hábitos de vida que tenemos, influyen de forma directa en el estrés que sentimos. Cuerpo y mente van unidos por eso es tan importante dormir bien y cuidar la alimentación.


10. Un mal día lo tiene cualquiera. No todos los días son igual de productivos y no todos los días están libres de imprevistos. El estrés puntual es muy común, lo que es preocupante es que el estrés sea continuo y que afecte a nuestra salud física y psicológica. Por eso, te invito a poner en práctica las nueve recomendaciones anteriores y que compartas con nosotros tu proceso.


Referencias bibliográficas

  • Sadín, B. (2008) El estrés. En Belloch, A., Sadín B. y Ramos F. Manual de Psicopatología II. Edición Revidada. Mc Grall Hill.

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